por Alejandro Otero
Especialista en temas tributarios
Es uno de esos reportajes que tal vez convenga guardar. Ilustra sobre el pensamiento del candidato del momento. El afortunado heredero de la Tía. El que hace de periodista (Jorge Fontevecchia, dueño de Perfil) hace algo poco frecuente hoy día. Repregunta. Bajo esa fuerza el entrevistado se hace ver. Hay un aspecto de ese devenir que ahora nos interesa: las implicancias fiscales de la situación patrimonial del entrevistado.
En algún momento, Fontevecchia le dice, acaso extrañado, tal vez molesto, “este año yo pago más de bienes personales que usted”. El entrevistador no es uno más. Empresario de medios, acaudalado. Hombre que sabe de lides con el fisco, de esconder, de disimulos. Frente a su par de clase y conciente del tamaño de la fortuna que los separa, se extraña.
No sabemos qué información tiene el entrevistador, si accedió a la declaración jurada o dispone de algunas cifras sobre el cumplimiento tributario del candidato. Pero deducimos, por las preguntas que hace, que algo no le cierra entre la fortuna del entrevistado y los impuestos que paga.
Seguramente a partir del reportaje algún equipo de inspectores estará indagando la consistencia de las presentaciones impositivas de De Narváez. Aunque, sus dichos, en realidad, hablan más claramente del sistema tributario argentino que del buen o mal cumplimiento fiscal del candidato.
¿Cómo es eso? Veamos. La cuestión básica podría plantearse en los siguientes términos: ¿Es posible que un señor que recibió una fortuna de 160 millones de dólares, y conserva buena parte de ese activo, pague por el impuesto sobre los bienes personales, sin transgredir la ley, menos que otro no tan afortunado? O mejor aún, es posible que pague menos que un laburante medio que no posee más que una buena casa y un auto recientes? Contrariando la lógica corriente, la respuesta es sí. Es posible. Y el reportaje es una clara muestra de cómo lograrlo.
Vamos a pasar por alto la llamativa información que el entrevistado brinda sobre el destino de sus millones y sobre como se convierten 160 millones de dólares en unos 80 millones de pesos. Claro.
¿Por qué no? Bien pudo gastarlos, dilapidarlos incluso, está en su derecho. Aunque no es lo más atinado para alguien que aspira a manejar el presupuesto de millones de argentinos, pudo sucederle. Es la vida.
Vamos también a dejar correr las contradicciones y opacidades sobre las cifras de su fortuna que, en alguien que ha criticado tanto la dudosa bondad de las estadísticas del Indec, resulta jocoso. Monto de los activos del diputado menos confiable que el Indec. Titulo improbable, pero posible.
Argentina impositiva. En concreto, vamos a centrarnos en cómo es posible que semejante afortunado pague poco o nada por sus bienes personales. Sobre todo porque ha dicho (en TN, Palabras más Palabras menos) que está a favor de una reforma tributaria progresiva, que haga que más paguen quienes más tienen. Bien. Muy bien. Señor diputado, van algunas ideas por usted inspiradas.
Veamos. Si el entrevistado tiene parte de su fortuna, tal como dice tener, en “25 o 30 compañías” serán ellas (y no él) quienes paguen el impuesto. Este efecto fragmentación del patrimonio personal conspira contra cualquier intento de progresivizar gravámenes, es decir lograr que paguen más quienes más tienen. También facilita el traslado vía costos planeados del impuesto hacia los consumidores de los bienes o servicios que esas firmas ofrecen. Y, como si esto fuera poco, las acciones de esas compañías generan dividendos, cuyo beneficiario Francisco, NO computará para liquidar el impuesto a las ganancias.
¿Cómo es eso? ¿Si usted cobra un salario medio alto le retienen el impuesto a las ganancias y si cobra dividendos no paga? Eso. Así lo manda la ley.
¿Lindo no? Pero hay más, supongamos que parte de su riqueza este señor la posee en depósitos a plazo y/o en títulos públicos. Bien, en esos casos por el impuesto sobre los bienes personales nada abonará, ni él ni nadie, porque tales bienes están exentos. Por eso dice bien el candidato cuando responde que pagar o no ya NO depende de si uno es más o menos rico, depende “de cómo está estructurado el patrimonio” ¡Je! Pero no es chiste y el reportaje sigue y, en algún momento, Francisco nos cuenta que “me desprendí a favor de mis hijos de parte de mi patrimonio y transferí... a mi estructura societaria una cantidad de mi patrimonio...”. Loable. Hasta la dictadura militar, ese acto, por sus implicancias obvias, quedaba alcanzado por el vulgarmente denominado impuesto a la herencia. Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura, cuyo apellido luce en el salón principal del predio de la Rural que hoy administra.
Francisco (las vueltas de la vida), derogó el impuesto a la transmisión gratuita de bienes. Y pese a que la Nación o cualquier provincia (incluida la Ciudad) podría reponerlo, duerme el sueño de los justos. De tal dudosa suerte, por este movimiento patrimonial el candidato pagó nada al fisco. ¿Le parece suficiente estimado lector?, déjeme una última perla de nuestro sistema tributario.
Aquella venta de Casa Tía, la que originó los 600 millones de dólares que Francisco dice le correspondieron 160, es muy probable que haya arrojado una utilidad. Esa utilidad, técnicamente hablando una renta de capital, milagro de nuestro sistema tributario, quedó exenta. Nuestro entrevistado, por ese beneficio, tampoco pagó al fisco. ¿Vio que se puede no pagar impuestos en la Argentina sin contrariar la Ley? Hay que ser rico.
Link : http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=49005
En algún momento, Fontevecchia le dice, acaso extrañado, tal vez molesto, “este año yo pago más de bienes personales que usted”. El entrevistador no es uno más. Empresario de medios, acaudalado. Hombre que sabe de lides con el fisco, de esconder, de disimulos. Frente a su par de clase y conciente del tamaño de la fortuna que los separa, se extraña.
No sabemos qué información tiene el entrevistador, si accedió a la declaración jurada o dispone de algunas cifras sobre el cumplimiento tributario del candidato. Pero deducimos, por las preguntas que hace, que algo no le cierra entre la fortuna del entrevistado y los impuestos que paga.
Seguramente a partir del reportaje algún equipo de inspectores estará indagando la consistencia de las presentaciones impositivas de De Narváez. Aunque, sus dichos, en realidad, hablan más claramente del sistema tributario argentino que del buen o mal cumplimiento fiscal del candidato.
¿Cómo es eso? Veamos. La cuestión básica podría plantearse en los siguientes términos: ¿Es posible que un señor que recibió una fortuna de 160 millones de dólares, y conserva buena parte de ese activo, pague por el impuesto sobre los bienes personales, sin transgredir la ley, menos que otro no tan afortunado? O mejor aún, es posible que pague menos que un laburante medio que no posee más que una buena casa y un auto recientes? Contrariando la lógica corriente, la respuesta es sí. Es posible. Y el reportaje es una clara muestra de cómo lograrlo.
Vamos a pasar por alto la llamativa información que el entrevistado brinda sobre el destino de sus millones y sobre como se convierten 160 millones de dólares en unos 80 millones de pesos. Claro.
¿Por qué no? Bien pudo gastarlos, dilapidarlos incluso, está en su derecho. Aunque no es lo más atinado para alguien que aspira a manejar el presupuesto de millones de argentinos, pudo sucederle. Es la vida.
Vamos también a dejar correr las contradicciones y opacidades sobre las cifras de su fortuna que, en alguien que ha criticado tanto la dudosa bondad de las estadísticas del Indec, resulta jocoso. Monto de los activos del diputado menos confiable que el Indec. Titulo improbable, pero posible.
Argentina impositiva. En concreto, vamos a centrarnos en cómo es posible que semejante afortunado pague poco o nada por sus bienes personales. Sobre todo porque ha dicho (en TN, Palabras más Palabras menos) que está a favor de una reforma tributaria progresiva, que haga que más paguen quienes más tienen. Bien. Muy bien. Señor diputado, van algunas ideas por usted inspiradas.
Veamos. Si el entrevistado tiene parte de su fortuna, tal como dice tener, en “25 o 30 compañías” serán ellas (y no él) quienes paguen el impuesto. Este efecto fragmentación del patrimonio personal conspira contra cualquier intento de progresivizar gravámenes, es decir lograr que paguen más quienes más tienen. También facilita el traslado vía costos planeados del impuesto hacia los consumidores de los bienes o servicios que esas firmas ofrecen. Y, como si esto fuera poco, las acciones de esas compañías generan dividendos, cuyo beneficiario Francisco, NO computará para liquidar el impuesto a las ganancias.
¿Cómo es eso? ¿Si usted cobra un salario medio alto le retienen el impuesto a las ganancias y si cobra dividendos no paga? Eso. Así lo manda la ley.
¿Lindo no? Pero hay más, supongamos que parte de su riqueza este señor la posee en depósitos a plazo y/o en títulos públicos. Bien, en esos casos por el impuesto sobre los bienes personales nada abonará, ni él ni nadie, porque tales bienes están exentos. Por eso dice bien el candidato cuando responde que pagar o no ya NO depende de si uno es más o menos rico, depende “de cómo está estructurado el patrimonio” ¡Je! Pero no es chiste y el reportaje sigue y, en algún momento, Francisco nos cuenta que “me desprendí a favor de mis hijos de parte de mi patrimonio y transferí... a mi estructura societaria una cantidad de mi patrimonio...”. Loable. Hasta la dictadura militar, ese acto, por sus implicancias obvias, quedaba alcanzado por el vulgarmente denominado impuesto a la herencia. Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura, cuyo apellido luce en el salón principal del predio de la Rural que hoy administra.
Francisco (las vueltas de la vida), derogó el impuesto a la transmisión gratuita de bienes. Y pese a que la Nación o cualquier provincia (incluida la Ciudad) podría reponerlo, duerme el sueño de los justos. De tal dudosa suerte, por este movimiento patrimonial el candidato pagó nada al fisco. ¿Le parece suficiente estimado lector?, déjeme una última perla de nuestro sistema tributario.
Aquella venta de Casa Tía, la que originó los 600 millones de dólares que Francisco dice le correspondieron 160, es muy probable que haya arrojado una utilidad. Esa utilidad, técnicamente hablando una renta de capital, milagro de nuestro sistema tributario, quedó exenta. Nuestro entrevistado, por ese beneficio, tampoco pagó al fisco. ¿Vio que se puede no pagar impuestos en la Argentina sin contrariar la Ley? Hay que ser rico.
Link : http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=49005