miércoles, 24 de noviembre de 2010

Exportación y tributación: Dos a quererse (o no)




Por Alejandro Otero, experto en temas tributarios
politica@miradasalsur.com

El incumplimiento tributario a lo largo de las cadenas de valor de los exportables argentinos no es nuevo. La brecha entre la capacidad de pago y la tributación efectiva en estos sectores fue históricamente importante. Agricultura, ganadería, hidrocarburos, minería y pesca, entre otros, han sabido generar condiciones favorables para evitar el poder del fisco. La irrelevante recaudación del inmobiliario, la informalidad laboral, el enanismo fiscal, el trato generoso de las normas y el ocultamiento liso y llano de operaciones son fenómenos muy conocidos y de larga data en el país, que muy recientemente han comenzado a enfrentarse de modo metódico y sistemático. En este marco, los grandes operadores del comercio exterior merecen un párrafo aparte y generan un fenómeno cuyas consecuencias exceden el caso argentino.


En el marco de la globalización y la multiplicación de los paraísos fiscales, la capacidad para fugar del poder tributario de estos actores se ha potenciado. Muy acertadamente la presidenta CFK ha impulsado en el G-20 la necesidad de combatir los paraísos fiscales. Porque sin ellos esta capacidad pierde un aliado esencial. En el mismo sentido y en los últimos foros internacionales, el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, ha planteado el desafío que los “contribuyentes globales” imponen a la administración tributaria.Prácticas cada vez más extendidas en el marco de la globalización y la fenomenal concentración económica mundial, como el comercio intraempresa, la triangulación de operaciones y la localización planeada de bases y hechos imponibles en jurisdicciones de baja o menor tributación relativa complejizan el accionar del fisco y generan fenomenales excedentes financieros que evitan la fiscalidad internacional y agravan, aún más, las brutales asimetrías que genera el capitalismo global.


Se trata de actores que operan a escala mundial con estrategias de planeamiento fiscal sofisticadas, que transitan con habilidad los bordes difusos de las normas tributarias y que condensan un enorme poder de lobby, frente a Estados que controlan a escala nacional y no siempre con la voluntad política que demanda enfrentar el problema.Esta diferencia de escala es crucial. Un dato: investigaciones recientes evidencian que, en el mundo y en América latina y contrariamente a lo que se suele difundir y sostener, la mayor parte de los flujos financieros ilícitos y globales proviene de operaciones comerciales. Es decir no se originan mayoritariamente en la corrupción estatal o en las actividades criminales, que obviamente generan una parte de estos flujos, sino en transacciones que se gestan mediante el forzamiento de las situaciones imperantes, por ejemplo, a través de maniobras de sobre o subfacturación o del abuso en los llamados “precios de transferencia”.


En este marco, es preciso considerar que las mejoras que se logren a nivel nacional y regional son indispensables y, también, que existe una dimensión sistémica global del problema que demanda una mirada diferente de estos actores desde el poder tributario.Estamos en los albores de la gestación de un nuevo paradigma en la visión del comercio mundial y los flujos financieros internacionales y sus consecuencias fiscales. En principio es necesario superar el dogma liberal que desaconseja gravar las exportaciones, que suele operar como mal disimulado telón de fondo legitimador de estas prácticas nocivas.


La construcción de una red global de administraciones tributarias tejida en base a acuerdos efectivos de intercambio de información (puntuales y masivos) es una paso imprescindible en el que nuestro país es pionero. La generación de una instancia global de coordinación fiscal es otro.


Un paso un poco más audaz tal vez requiera repensar a estos actores económicos que son, además, fenomenales operadores de bienes esenciales para el desarrollo humano, propagadores de empleo directo e indirecto a gran escala, potenciales dinamizadores de la inversión y generadores de bases tributarias indispensables para el sostenimiento del estado moderno. Todas cuestiones demasiado relevantes para estar sujetos formalmente casi al mismo trato que un contribuyente menor que opera su negocio y es asesorado por el contador del barrio. ¿No le parece?.
Publicado en Miradas al Sur el Sábado 6 de noviembre.

“Impuestazo y endeudamiento: clásico macrista de primavera”










Por Alejandro Otero Ex director de Rentas de la CABA.

Macri no disimuló su neoliberalismo tardío. Y con las finanzas de la Ciudad menos. Siempre ofrece el mismo trago amargo: impuestazo y endeudamiento. El ABL primero y luego las patentes, los consumos por vía de ingresos brutos y la ampliación del impuesto de sellos. Para 2011, insiste con aumentar el ABL en un contexto dónde la recaudación aumenta por el crecimiento económico y la inflación. No impulsó una sola medida progresista en materia de financiamiento. Así, castigando los bolsillos porteños, los ingresos no dejaron de crecer. Hoy, con los 25.400 millones previstos para 2011, el PRO dispone del presupuesto más alto de la historia de la Ciudad. En paralelo, la deuda no dejó de crecer. Hoy supera los 5 mil millones y pretende otra autorización para endeudarse en 2011 por 2000 millones. Todo sin ver mejoras. Escuelas colapsadas y ni un kilómetro más de subte. Salvo esas vereditas coquetas y los carriles especiales para ciclistas.

Este cuadro regresivo, que beneficia a contratistas y proveedores “amigos”, se completa con subejecución del gasto social e implica una gran transferencia de recursos desde los sectores populares hacia los más concentrados. La política de impuestazo y endeudamiento expresa la más rancia práctica del neoliberalismo, que cacarea a favor de equilibrio fiscal y hunde en el desfinanciamiento al Estado para postrarlo en el yugo de la deuda, limitar su autonomía y deslegitimarlo. Los porteños son quienes pagan la cuenta. Mientras la deuda crece, crece también el esfuerzo para pagarla y las ganancias de los bancos que prestan y los mediadores de la colocación de la deuda. Pocos ganan y muchos pierden. Su gestión es cara, pero peor.

Publicado en Tiempo Argentino el sábado 6 de noviembre.
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