martes, 6 de octubre de 2009

Ponencia en la Asamblea Nacional del Frente Grande, el pasado 26/9

Escuché con mucha atención e interés a quienes me precedieron. En todas las intervenciones hay dos cuestiones que de un modo u otro se reiteran y que comparto. La primera es de posicionamiento: la pertenencia de nuestro Partido a un espacio de compromiso con la construcción de una sociedad más justa y democrática, el apoyo a las transformaciones iniciadas en 2003 y la integración consecuente como aliados del gobierno nacional. La segunda es estratégica. La necesidad de evitar cualquier retroceso en las conquistas y logros de recuperación que se alcanzaron en esta etapa y la orientación a profundizar las transformaciones en marcha. Bien, quiero decirlo rápido. Para asegurar los logros y avanzar, con apoyar al gobierno no alcanza. Y menos en esta etapa, dónde desde junio a la fecha hay al menos dos -y tal vez tres- situaciones muy diferentes respecto de la etapa previa que constituyen riesgos a tener a muy presentes. El primero es objetivo y está enmarcado por aquellas cuestiones que no existían antes del 28/6. Me refiero a la derrota electoral, a las bases yanquis en Colombia y a la aventura golpista en Honduras. Con todo lo que ello implica.

Las tareas pendientes anteriores al 28 de junio son las mismas: la elaboración de una concepción superadora del neoliberalismo, la articulación de un espacio político, social, económico y cultural que le de viabilidad histórica, y la construcción de un estado consistente con esa perspectiva que pueda removerlo de su lugar actual de garante de la ortodoxia. Las mismas tareas pendientes, pero las condiciones objetivas son ahora menos favorables. Por otro lado, existe un segundo riesgo, que llamaría el de la “autocomplacencia”. Es decir, el riesgo derivado de la confianza en que la economía, en la medida en que mejore y se retome una senda de crecimiento, bastará para asegurar el apoyo político que necesitamos para darle continuidad al proyecto. Grave error. No porque la economía no vaya a mejorar el año próximo. Coincido con Arnaldo y digo más. Es de la mano de la expectativa de la cosecha de soja y de las condiciones internacionales de nuestros “clientes” que, paradójicamente una vez más, el país encuentra en la crisis una oportunidad extraordinaria. Sin embargo, aún cuando la economía retome una senda de crecimiento y virtuosismo macroeconómico, si nada hacemos para que esos logros se conviertan en activos políticos, y nos lo demostró nuestra historia reciente, bien puede suceder que hasta los beneficiarios de esas mejorías nos den la espalda. Ya hemos crecido a tasas Chinas, hemos mejorado los indicadores de pobreza e indigencia, hemos subsidiado al capital para garantir consumos a costos populares y hasta hemos mejorado jubilaciones y salarios docentes como no se recuerda en la historia reciente del país. Y los sectores medios y no pocos segmentos de los sectores populares nos han dado la espalda. Ni que decir del empresariado. Entonces, así como digo que con apoyar al gobierno no alcanza, digo: con que la economía mejore tampoco alcanza. Y esto puede agravarse si el tercer riesgo aparece en escena y de la mano de un crecimiento económico que no mejora empleo y salario real crece la conflictividad y la lucha social.

Terrabusi puede ser un punto de inflexión porque ha vuelto a generar algo muy positivo y olvidado para mejorar la distribución del ingreso: la alianza obrero -estudiantil. De modo que algo hay que hacer para asegurar en términos políticos los beneficios de una buena gestión y la bonanza económica. La derecha no va a dejar que capitalicemos esos logros y, mucho menos, que apalanquemos sobre esas mejoras un proceso de redistribución virtuosa del poder y la riqueza.

Por eso, la derecha nos ciñe al debate del presente. Desde que la victoria cultural neoliberal, de la mano de la lógica de las crisis recurrentes que nunca nos permiten volver siquiera al punto de partida de la crisis previa, ha instalado la idea del futuro como amenaza del presente, es decir, desde que hemos dejado de considerar que los hijos van a vivir mejor que sus padres, tal como sucedió desde nuestros abuelos a nosotros, la derecha evita discutir el futuro. Prefiere descargar sobre el gobierno la responsabilidad por los pesares del presente. Pero sabemos que, pese a los tremendos errores de conducción del gobierno, es por sus logros y aciertos que golpea la derecha.

Entonces, en este cuadro de situación, me parece que hay que redoblar esfuerzos, apoyar al gobierno desde ya, pero también desdoblarnos en un esfuerzo plus y generar las condiciones que permitan que las transformaciones avancen y los logros no reviertan. Para eso hace falta privilegiar la construcción política, ampliar las bases de sustentación del cambio y recuperar el favor de las mayorías populares. Sólo con apoyar al gobierno eso no se logra. Sólo con una nueva etapa de crecimiento económico, eso no se alcanza. Sólo con sumar dirigentes y militantes perdidos, tampoco.

Es necesario poner en perspectiva el cambio, situar la discusión en el futuro. En el país que queremos. Ese otro país que decimos es posible desde el FG, hay que expresarlo. Ponerlo en términos programáticos y desde ahí convocar e interpelar a otras fuerzas y actores, y a la sociedad toda, a sumarse. La derecha no quiere discutir el futuro porque su proyecto es una forma remozada del pasado: libertad de mercados, subsidiariedad del estado, alivio fiscal al capital y nuevo ciclo de endeudamiento. Está fresco en la memoria del pueblo lo que eso significa: hambre y padecimiento para las mayorías. Hay que forzar a la derecha a discutir el futuro. Para que muestre el rostro que oculta en la crítica denodada del presente. Para eso es imprescindible que tengamos nosotros claro qué proponemos y a qué convocamos. Y animarnos a expresarlo, incluso a costa de algún desagrado entre sectores del gobierno. Para que 2011 sea mejor que 2009, y 2015 mejor que 2011, hasta alcanzar la sociedad más justa y democrática que todos anhelamos.


Alejandro Otero
Presidente del Frente Grande - Capital

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