La respuesta de la gestión del PRO en la Ciudad a todos los desafíos que ha enfrentado ha sido la misma: impuestazo y endeudamiento. Sistemáticamente, desde el inicio de su gobierno en 2007 y año tras año, nos a ofrecido un cóctel combinado en dosis crecientes de estos dos amargos ingredientes. Se trate de enfrentar la gestión de gobierno, del impacto de las inundaciones, del mantenimiento urbano o la recolección de residuos, el macrismo siempre tiene una misma “solución” a mano: impuestazo y endeudamiento. Con la reciente y demorada aceptación del traspaso del subte, la receta se reitera.
De tal dudosa suerte, hoy los porteños financiamos el presupuesto más alto de la historia de la Ciudad, más de 40.000 millones de pesos, sin que ninguno de los grandes problemas de la Ciudad se vean resueltos. En efecto, vivienda, transporte, higiene, inundaciones y seguridad perduran en la agenda de las cuestiones irresueltas a pesar de que los impuestos que pagamos y el endeudamiento de los porteños crece año tras año.
Si bien el más comentado es el incremento del llamado ABL, que en promedio este año subió un 23% pero en muchos casos puntuales supera el 100% y, lo que es peor, continuará subiendo hasta alcanzar el 1% del valor fiscal del inmueble porque así lo manda la Ley, todos los demás gravámenes de la Ciudad se incrementaron. Ingresos Brutos en varias actividades, las patentes de los automotores y el impuesto de sellos, que son los principales recursos de la Ciudad e impactan de lleno en el bolsillo de los porteños.
Sin embargo, año tras años el presupuesto muestra niveles de subejecución escandalosos. ¿Dónde?, justamente en el gasto social y la infraestructura pública. Es decir, se invierte menos en aquellas cuestiones que tienen mayor impacto en los sectores populares pero se incrementan las contribuciones de los sectores populares.
Lo curioso es que estos aumentos de impuestos se dan en el marco de un crecimiento fenomenal de la recaudación producto de la bonanza económica y el incremento de precios que, paradójicamente, nos perjudica a todos pero beneficia al fisco que recauda más. Incluso crecen los recursos que la Nación gira a la Ciudad, para el año que comienza se estiman en 4.000 millones, es decir un 10% del gasto total de la Ciudad.
Con todo y mientras que en la recaudación nacional crecieron los impuestos progresivos, en el caso de la CABA se observa la tendencia contraria. En efecto, los recursos que provienen de los sectores de mayor capacidad contributiva pasaron de representar un 18,5% del total en 2007 al 14,4% en 2011.
Con esta tendencia retrógrada mucho tiene que ver la reciente reforma del inmobiliario (ABL), que fue presentada como un avance para ganar progresividad en el sistema, pero esto es totalmente falso. Dos son las razones que desmienten el argumento macrista En primero lugar, se impuso una contribución mínima de $600 anuales ($300 para el impuesto inmobiliario y $300 para el ABL), lo que significó aumentos muy elevados en las propiedades de menor valor, que por ende contribuían menos. En muchos casos este incremento superó el 500%. Es decir que los propietarios e inquilinos de propiedades de menor valor hicieron el mayor esfuerzo. En segundo lugar, la última reforma estableció una reducción de tramos sobre los que se aplica la alícuota, pasando de 15 a 7, junto con una reducción en la brecha existente entre la alícuota mínima y la máxima. Ambos factores restan progresividad al tributo. De modo que las históricas asimetrías e inequidades verticales y horizontales de este impuesto no solo no se han resuelto, en muchos casos se han agravado.
En tanto no se realice un cambio radical en el método de valuación de los inmuebles de la Ciudad los problemas persistirán y las “reformas”, como en este caso, desnudarán más temprano que tarde su objetivo meramente recaudatorio.
Pero además y en paralelo en la Ciudad crece la deuda. Sólo este año y tomando en cuenta la última autorización a emitir deuda, lograda en el marco del traspaso del subte, la deuda pública se duplicó. El endeudamiento de la Ciudad va a alcanzar el 25% del presupuesto y ronda los 10.000 millones.
2012*: Incluye deuda por U$S216 millones para financiar vagones de la línea H, U$S250 millones para financiar obras hídricas (ambos endeudamientos ya aprobados aún no emitidos) y U$S 85 millones para la amortización del Bono Serie 9.
En definitiva, la gestión del macrismo en la Ciudad ha significado una fenomenal transferencia de recursos desde los sectores populares, que contribuyen de modo creciente, hacia un grupo reducido de sectores concentrados. Contratistas y concesionarios de obra pública, especulación financiera e inmobiliaria y sobre expansión de la estructura y del gasto en publicidad rigen el destino de las finanzas públicas en la Ciudad y resultan claros beneficiarios de la orientación del actual gobierno porteño. Una experiencia conocida y tardía del neoliberalismo a escala urbana. Una experiencia a superar definitivamente.
*Articulo publicado en la edición especial sobre temas de la ciudad de "Comunidad y Desarrollo", revista de la Fundación Acción Para la Comunidad. Revista completa en PDF: http://bit.ly/17ti3i6
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