martes, 10 de febrero de 2015

La Ciudad del 2020

 Por Alejandro Piter Otero*

¿De dónde partimos?

La Ciudad es hoy el distrito más rico de la Argentina. También el más desigual. Las mayores muestras de riqueza conviven de modo obsceno con la exclusión y la pobreza extrema. La Ciudad cuenta con recursos propios abundantes, infraestructura urbana de servicios muy por encima de la media del país y un capital humano extraordinario. Sin embargo, su desempeño económico en términos de crecimiento y empleo fue decepcionante, muy por debajo de la media del país. Y, lo que es aún más preocupante, las desigualdades se agigantaron estos últimos años y sobre esa brecha se extendieron problemas complejos como las adicciones y el comercio ilegal de sustancias nocivas, generando en algunos barrios un clima de violencia inaceptable e inédito para una Ciudad como la nuestra. 

Esta resultante nada tiene de natural o azarosa. Es en gran medida el producto de las políticas aplicadas desde el gobierno de la Ciudad.

En efecto, la respuesta de la gestión del PRO en la Ciudad a todos los desafíos que enfrentó fue la misma: impuestazo y endeudamiento. Sistemáticamente, desde el inicio de su gobierno en 2007 y año tras año, nos ofreció un cóctel combinado con dosis crecientes de estos dos amargos ingredientes. Cualquiera sea la cuestión que  enfrentó en la gestión de gobierno: la seguridad, el impacto de las inundaciones, el mantenimiento urbano o la recolección de residuos, el macrismo siempre tuvo una misma “solución” a mano: impuestazo y endeudamiento. Con la más reciente y demorada aceptación del traspaso del subte, la receta se reiteró. Y ahora para hacer frente a los vencimientos del endeudamiento creciente, se busca nueva deuda para poder financiarlos.

De tal dudosa suerte, hoy los porteños financiamos el presupuesto más alto de la historia de la Ciudad, casi 90.000 millones de pesos, sin que ninguno de los grandes problemas se vean resueltos. En efecto, vivienda, transporte, higiene, inundaciones y seguridad perduran en la agenda de las cuestiones irresueltas a pesar de que los impuestos que pagamos y el endeudamiento de los porteños crecen año tras año.

Si bien el más comentado es el incremento del llamado ABL, que en promedio este año subió un 25% y continuará subiendo hasta alcanzar el 1% del valor fiscal del inmueble, porque así lo manda la Ley, todos los demás gravámenes de la Ciudad se incrementaron. Ingresos Brutos en varias actividades, las patentes de los automotores y el impuesto de sellos, que son los principales recursos de la Ciudad e impactan de lleno en el bolsillo de los porteños, subieron sensiblemente durante estos 2 mandatos de gobierno PRO. 

Paradójicamente, año tras años el presupuesto muestra niveles de subejecución escandalosos. ¿Dónde?, justamente en el gasto social y la infraestructura pública. Es decir, se invierte menos en aquellas cuestiones que tienen mayor impacto en los sectores populares pero se incrementan las contribuciones de los sectores populares.

Lo curioso es que estos aumentos de impuestos se dan en el marco de un crecimiento fenomenal de la recaudación producto de la bonanza económica que impulsaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner y del incremento de precios que, como sabemos, nos perjudica a la mayoría pero beneficia al fisco porque recauda más. Incluso crecen los recursos que la Nación gira a la Ciudad, para el año que comienza se estiman en 7.600 millones, es decir un 10% de los ingresos tributarios de la Ciudad.

Con todo y mientras que en la recaudación nacional crecieron los impuestos progresivos, en el caso de la CABA se observa la tendencia contraria. En efecto, los recursos que provienen de los sectores de mayor capacidad contributiva pasaron de representar un 18,5% del total en 2007 al 12,3% en 2015 según la proyección presupuestaria. 

Con esta tendencia retrógrada mucho tiene que ver la reforma del inmobiliario (ABL), que fue presentada como un avance para ganar progresividad en el sistema, pero que resultó todo lo contrario. Dos son las razones que desmienten el argumento macrista En primero lugar, se impuso una  contribución mínima de $600 anuales ($300 para el impuesto inmobiliario y $300 para el ABL), lo que significó aumentos muy elevados en las propiedades de menor valor, que por ende contribuían menos. En muchos casos este incremento superó el 500%. Es decir que los propietarios e inquilinos de propiedades de menor valor hicieron el mayor esfuerzo.  En segundo lugar, la última reforma estableció una reducción de tramos sobre los que se aplica la alícuota, pasando de 15 a 7, junto con una reducción en la brecha existente entre la alícuota mínima y la máxima. Ambos factores restan progresividad al tributo. De modo que las históricas asimetrías e inequidades verticales y horizontales de este impuesto no solo no se han resuelto, en muchos casos se han agravado.

En tanto no se realice un cambio radical en el método de valuación de los inmuebles de la Ciudad los problemas persistirán y las “reformas”, como en este caso, desnudan más temprano que tarde su objetivo meramente recaudatorio. 

Pero además y en paralelo en la Ciudad crece la deuda. El endeudamiento del Gobierno de la Ciudad se cuadruplicó (y más) durante la gestión de Macri al pasar de U$S 500 millones en 2008 a U$S 2.100 millones en 2014.

Llama la atención que, en un sentido contrario al de la Nación y las Provincias, que han disminuido el peso de la deuda sobre el gasto y se alejaron del endeudamiento en dólares, la Ciudad incrementa su deuda en dólares. ¿Porqué la Ciudad se endeuda en dólares para financiar un déficit en pesos? ¿Genera dólares la Ciudad?, NO. ¿Entonces? Al margen de los que le prestan y los comisionistas que intervienen en estas operaciones, ¿quién se beneficia con el endeudamiento en dólares?      

La política de endeudamiento de Macri llevó a que en poco más de un lustro la Ciudad pasé de ser un Estado casi sin deuda a uno que tiene un ratio de Amortizaciones e Intereses de Deuda Pública sobre Ingresos Corrientes de 10,51% para 2015, uno de los más elevados de su historia.

En el cuadro que sigue puede verse la evolución del endeudamiento en la Ciudad, los números son elocuentes. 


En definitiva, la gestión del macrismo en la Ciudad ha significado una fenomenal transferencia de recursos desde los sectores populares, que contribuyen de modo creciente, hacia un grupo reducido de sectores concentrados. Contratistas y concesionarios de obra pública, especuladores financieros e inmobiliarios y la sobre expansión de la estructura con cargos de jefatura (gerencias) y del gasto en publicidad rigen el destino de las finanzas públicas en la Ciudad y resultan claros beneficiarios de la orientación del actual gobierno porteño. Una experiencia conocida y tardía del neoliberalismo a escala urbana. Una experiencia a superar definitivamente.

 ¿Hacia dónde creemos que debemos ir?

Superarla requiere construir una fuerza política amplia y plural que sea capaz de ganar, gobernar y transformar la Ciudad de cara al 2020 y un conjunto de puntos de atención sobre los cuales transformar nuestra Ciudad para que sea definitivamente un modelo de desarrollo urbano equitativo y sustentable.

Esos puntos, a nuestro entender, implican de mínima: recuperar el Puerto, profundizar la descentralización, consolidar la metropolitanización y democratizar el acceso a la seguridad y la vivienda.   

• El Puerto, hoy en manos del estado nacional, esa paradoja en la Ciudad de Bs As de ser porteños sin puerto, implica recuperar una fuente extraordinaria de recursos sin afectar los bolsillos de los porteños y que hoy, más que la nación, apropian los concesionarios privados que explotan el comercio exterior argentino. Pero también abre a la posibilidad de repensar radicalmente el desarrollo urbano y medioambiental de la Ciudad.

• Profundizar la descentralización implica superar la brecha que hoy existe entre las instituciones de la Constitución local, modernas y ambiciosas y un estado y un modelo de gestión que, lejos de ser bobo, sirve bien a los intereses de unos pocos que hacen de las ineficiencias y la corrupción sus ganancias. Solo por poner un ejemplo obvio; el interés colectivo reside en que un bache, una vez reparado, no se repita. Pero hay a quien le sirve que se reitere con la mayor frecuencia posible. ¿Qué sucede con los baches de su barrio? ¿Se trata de un estado ineficiente o de un estado que le hace el juego a determinados contratistas?

• Metropolitanizar, un movimiento de gestión que debe ir en paralelo con la descentralización para superar el estado actual y lograr una gestión de gobierno eficiente y democrática, implica abordar temas complejos junto a la Nación y la Provincia de Bs As: transporte, seguridad, higiene urbana, salud y educación -al menos- son un puñado de cuestiones que requieren una gestión coordinada entre estas tres instancias de gobierno para superar los nudos gordianos que se generan al persistir en intentar darles resolución local a problemas que en la actualidad tienen dimensión metropolitana.

• Democratizar el acceso a la seguridad supone avanzar hacia una sola fuerza policial  en el territorio porteño, con conducción civil y elección de los comisarios por comuna y coordinar con los vecinos los programas de prevención del delito. La prevención del delito no es una cuestión que atañe solo a la policía. Cada uno de nosotros sabe los problemas que se han enquistado en su barrio. La participación es un marco para poner en políticas eficaces ese conocimiento.

• Democratizar el acceso a la vivienda supone garantizar a todos los habitantes de la Ciudad el acceso a una vivienda digna en zonas urbanizadas. La combinación de las políticas de desarrollo urbano, con el financiamiento y la construcción de viviendas populares debe resolver en pocos años lo que el mercado inmobiliario, hoy rey y señor de los destinos de la deriva urbana de la Ciudad, nunca logrará.  

No se trata solo de dar respuestas técnicas a los problemas de la Ciudad y de contar con el equipo de gestión adecuando, se trata de articular y darle poder a un Proyecto Político que pueda vencer a los poderosos intereses que, al amparo del macrismo, quieren que nada cambie en la Ciudad y nos contentemos con el metrobús, la veredas coquetas y la ornamenta de la metropolitana.

La Ciudad tiene las condiciones para forjarse otro destino. Se trata de hacerlo posible de acá al 2020.                     





* Alejandro Otero es candidato a legislador por el Frente Grande. Forma parte del FPV. Fue Director General de Rentas de la Ciudad (2000/06) y fue Director en distintas direcciones de la AFIP. Es Profesor universitario y se graduó como CPN y Magister en Administración Pública (UBA)  

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